Tempus Belli / La Novela


México, 1858. Una guerra civil está a punto de comenzar. ¿La razón? Dos corrientes de pensamiento enfrentadas tiempo atrás, dejan las plumas y toman las armas. Los unos, conservadores, creen firmemente en la restauración del devastado país a través de los principios rectores de la tradición, la unión fraterna y la religión católica. Los otros, liberales, piensan lo contrario: para que el nuevo país florezca, es menester arrasar con todos los valores antiguos y anteponer los principios de la libertad, igualdad y progreso a toda costa.


Ninguno está dispuesto a ceder un ápice en sus creencias. Benito Juárez encabeza el movimiento liberal, apoyado por su gran amigo Melchor Ocampo y secundado en los campos de batalla por Santos Degollado, Ignacio Zaragoza y Jesús González Ortega. Los conservadores tendrán en Félix Zuloaga a su propio presidente y éste contará con el apoyo de tres valientes militares, Luis Osollo, Leonardo Márquez y sobre todo, Miguel Miramón. Este último, niño héroe del 47 (al que la historia oficial ha olvidado) está perdidamente enamorado de una joven aristócrata venida a menos, Concha Lombardo, y empeñará todo su esfuerzo en conquistarla y quitarla del alcance de un rico banquero inglés. Ella narrará desde su perspectiva femenina los sobresaltos y angustiantes días que le han tocado vivir.


La guerra comienza y los estragos inmediatamente hacen mella en la sociedad mexicana, enfrentando pueblos, ciudades y familias enteras. Una de ellas, la de Manuel Arvizu, sentirá en carne propia los tiempos cambiantes precisamente con la hija, la bella Eloísa, quien constantemente recrimina al recio padre sus valores tradicionales y le hace ver, desde su particular perspectiva, las bondades de la vida progresista.


Como ocurre siempre en las guerras intestinas, aparecen aquellos logreros que intentan medrar con las desgracias ajenas. Los Estados Unidos juegan ese papel; con gran olfato buscan afanosamente sacar raja de la contienda fratricida. Buchanan, su presidente pretende a cualquier precio comprar o invadir territorio mexicano para ganar escaños en el congreso y continuar con la ancestral política negrera: la esclavitud. De no lograrlo, probablemente en la siguiente elección llegue un candidato que termine con esta práctica inhumana: Abraham Lincoln. Y ya entrado en gastos, encontrar un paso que conecte ambos océanos. El sistema económico y el futuro de Estados Unidos se dirime en la guerra civil mexicana.


Además, un personaje misterioso constantemente irrumpe en momentos clave de la guerra. Un hombre vestido de negro -el destino- sale a escena una y otra vez para señalar metafóricamente el futuro de cada uno de los protagonistas.


En la novela, los arquetipos del héroe y el villano se diluyen o constantemente se entrecruzan para que sea el lector quien, si así lo desea, le ponga dicha etiqueta a los personajes. No es una apología conservadora o liberal. Mediante una minuciosa investigación, el texto desvela sucesos, pormenores, asesinatos, traiciones, amores, cartas, corridos y batallas, muchas ignoradas por la historia oficial y que son fundamentales para entender la razón -o sinrazón- de la contienda. No juzgar, poner ante el lector los hechos crudos y los datos duros, para que a la luz de los acontecimientos él extraiga su propia conclusión de esta dramática encrucijada de la historia de México.


¿Qué tiempo le tocó vivir a aquellos mexicanos? ¿Existen formas de gobierno buenas y malas? ¿México estuvo en venta? ¿Quiénes fueron los traidores, si es que los hubo?

 

Tempus Belli / La Música

“Quien no conoce el siglo XIX no conoce México”. Esta sentencia de Alfonso Reyes tiene validez en el momento actual y aplica sobretodo a la música mexicana. Si bien en los últimos años se han realizado nuevos acercamientos y mejores lecturas de la música del periodo virreinal, la decimonónica sigue siendo un misterio en muchos sentidos. Han sido rescatadas las grandes personalidades del fin del siglo, como Ricardo Castro, pero otros compositores -cuyos acordes deleitaban a las familias capitalinas en sus tardeadas o soirées y representaban el marco perfecto de la convivencia y la ilustración-, siguen olvidados y sus obras reposan en los polvosos archivos de las bibliotecas antiguas, indiferentes a los investigadores. Volver los ojos a ellos no es sólo un acto de elemental justicia sino de mejor comprensión de una etapa definitoria en todos sentidos para la historia de nuestro país.


Entre la Reforma -mediados del siglo XIX- y el Porfiriato -inicios del XX-, México dio un dramático giro en lo político, económico y social; la música no fue la excepción. Hasta la Independencia, los patrocinadores del arte habían sido la Iglesia y la Corte. A partir de entonces, las nuevas sociedades -los ciudadanos- se adueñaron del terreno y comenzaron a marcar la pauta en el quehacer artístico. Todavía al proclamarse la Constitución de 1824, la música escuchada por el pueblo era de raíz española, indígena y afromestiza, mientras que en las ciudades se prefería la proveniente de los palacios reales. En los años 40 comenzaron a llegar de otras latitudes -Europa oriental- los géneros que marcarían directriz el resto de la centuria, a través de la ruta Praga - Viena - París - México. Las polkas, redovas, valses, mazurkas, polonesas, varsovianas, etc. - englobadas en el término música de salón- emergieron en el gusto ciudadano y consolidaron una presencia que pervive hasta nuestros días en el norte del país. Como sucede con todo lo que ha llegado a México, al principio se interpretaban las obras extranjeras, pero casi de inmediato los compositores le imprimieron su sello propio y crearon un repertorio completamente original.


Al erigirse México en una república, la constante fue una serie de revoluciones, asonadas y levantamientos militares de todo orden, que culminaron en 1876 con la llegada al poder de Porfirio Díaz. Uno de los generales más activos en este terreno fue Antonio López de Santa Anna. Durante sus seis administraciones arribaron precisamente los nuevos ritmos europeos que causaron furor en la alta sociedad mexicana. Multitud de obras fueron dedicadas a su persona: la Marcha granadera se compuso para conmemorar la gesta del caudillo veracruzano que evitó la reconquista española de nuestro territorio, batalla efectuada en 1829. La Polka militar se escribió en honor de su segunda esposa, doña Dolores Tosta. En tiempos de la invasión norteamericana de 1847, Santa Anna logró detener el avance enemigo por el norte, en la memorable batalla de la Angostura. La Marcha Santa Anna es conocida debido a que un oficial americano la transcribió en papel pautado la noche previa de la citada batalla, aclarando que las bandas mexicanas la “interpretaron para amedrentarnos”. Al terminar ese suceso, don Antonio tuvo que marchar a toda prisa a la capital mexicana debido a que estalló una rebelión contra Valentín Gómez Farías a cargo de unos batallones conformados por jóvenes de la alta sociedad, conocidos como “los polkos”, por el gusto de bailar este nuevo género. Se incluye una de las primeras que llegaron por aquellas épocas, la Polka nacional, de rápido arraigo en el gusto mexicano.


Santa Anna fue derrocado por la revolución de Ayutla que a la postre entronizó en 1857 a Benito Juárez en la presidencia de México, periodo con el que comienza la época conocida como la Reforma y cuyo signo fue una lucha sin cuartel entre el antiguo orden post-virreinal y las nuevas ideas en boga del liberalismo económico, político y social. Años definitorios. Por un lado, don Benito tratando de apuntalar las ideas de progreso y libertad a punta de fusil, empuñado por Santos Degollado e Ignacio Zaragoza y por el otro, el presidente conservador, Félix Zuloaga, intentando que las tradiciones políticas y religiosas siguieran rigiendo a la nación, con ayuda de dos bravos y jóvenes generales, Luis G. Osollo y Miguel Miramón. La imprenta musical también palpó y reflejó este tenaz enfrentamiento, mediante la publicación de marchas, himnos y polkas mazurkas, que aludían al coraje y valor de los combatientes. Los títulos de las obras hablan por sí mismas: La Constancia en el combate, El Héroe de Colima, Al Genio de la guerra, Himno guerrero, Las Glorias por el valor y Las Garantías. Los compositores no fueron indiferentes a los graves acontecimientos y cantaron las gestas de aquellos adalides de sus correspondientes banderas. Una obra se aparta del ámbito estrictamente militar, el vals la Concha Nácar, compuesta en honor de la primera dama, doña Concepción Lombardo, conocida entonces simplemente como Concha Miramón.

 

Este programa está dedicado a todos aquellos compositores cuya música fue esparcimiento, deleite y consuelo de los sufridos ciudadanos mexicanos que buscaban afanosamente una identidad nacional a través de los distintos proyectos de nación. ¡Dios y Libertad! fue la rúbrica escrita a sangre y fuego en los partes de guerra de los implacables combatientes. A todos aquellos hombres y mujeres, héroes anónimos, nuestro eterno agradecimiento por legarnos una identidad sonora propia. La patria no sólo se forjó al fragor de las batallas y el estruendo de los cañones; también se concibió en los alegres y silenciosos compases de los papeles pautados.

 

Tempus Belli / El Repertorio

Antonio Barberena, acordeón clásico

Programa


- Marcha Granadera / José María Pérez de León / Marcha

- La Constancia en Combate / Alejo Infante / Polka mazurka

- Himno Guerrero / Alejo Infante / Himno

- Polka Militar / José María Pérez de León / Polka

- La Concha Nácar / F. (¿Faustino?) Erezuma / Vals

- Marcha Santa Anna / Anónimo, 1847 / Marcha

- El Héroe de Colima / Eduardo Gavira / Polka mazurka

- Al Genio de la Guerra / Jesús Valadés / Himno

- Las Garantías / José María Pérez de León / Polka mazurka

- Las Glorias por el Valor / Joaquín Ordaz / Polka camelina

- Polka Nacional / Henri Bohlman / Polka